martes, 27 de octubre de 2009

El libro blanco.

Has desconfiado de los mayores regalos de la vida; y por eso no has permitido que ocurriera un entendimiento más ilimitado. Vida tras vida, existencia tras existencia, te has sumergido de tal manera en las ilusiones de este plano, que has olvidado el maravilloso fuego que fluye dentro de ti.
En diez millones y medio de años has pasado de ser una entidad soberana y todopoderosa, a estar totalmente perdido en la materia, esclavizado por tus propias creaciones del dogma, la ley, la moda y la tradición; separado por país, fe, raza y sexo; inmerso en los celos, la amargura, la culpabilidad y el miedo.
Te has identificado de tal manera con tu cuerpo, que te has atrapado en la supervivencia y olvidado de la esencia invisible que realmente eres: el Dios que vive dentro de ti, que te per
mite crear tus sueños, cualquiera que elijas. Has rechazado abiertamente la inmortalidad; y por eso, morirás, y volverás aquí, una y otra y otra vez. Por eso, aquí estás de nuevo, después de haber vivido diez millones y medio de años y aún te aferras a tu incredulidad. Dios, la totalidad del pensamiento, es un gran teatro, en verdad.
Y él te permite escribir tu propia obra y representarla acto tras acto sobre el escenario. Y cuando cae el telón, cuando se dice la última palabra y se hace la última reverencia, mueres. ¿Por qué razón? Porque tú, el creador supremo de las leyes, crees que lo harás.

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